Una buena partida de cartas
bien puede cambiar
el curso de varias existencias.
Observa la concentración de los jugadores,
su atención a los naipes, a las estrategias,
al temblor de un párpado
bajo la luz amarillenta y grasienta
en que se juegan momentos de vida.
Pasado, presente, futuro.
Todo o nada, en realidad no es la apuesta.
Lo que importa es jugar.
Luego, sobre la mesa,
algo pudo quedar olvidado:
un guante,
un manojo de llaves,
el polvo de los zapatos
y algo,
que quiso salir corriendo.
Recorro el nacarado perfil de tu espalda;
las flores se esparcen con mi aliento
en giros y perfumes para el delirio.
Algebraicos pliegues sobrepasan los límites
del pensamiento entregado a la radiante oscuridad
y hasta se contagia el aire del tumulto
del cuerpo narcotizado por tantos versos.
Desvarío y deseo, puntos de partida sin retorno.
Zarpo hacia otros continentes colmados
de anhelos y horizontes infinitos,
mares de café y mermelada,
olas aburridas y lunas llenas.
Engatuso butacas de terciopelo, clavo mis
uñas sobre el ébano, el marfil y la caoba.
Confluencia de los suspiros que apuntan
a una cosecha de sexo a la deriva.
Quisiera hacer dos apuntes acerca de la justicia relacionados con anotaciones que he visto por algunos blogs.
La primera tiene que ver con una mujer que tenía que declarar ante el juez Gómez Bermúdez. Esta mujer de religión musulmana pretendía declarar con el burka y el juez le exige declarar con la cara descubierta como a cualquier testigo. Hasta aquí, bien. Pero más adelante, el juez precisa que las expresiones de los testigos le permiten deducir si mienten, o cosas similares.
Pensaba que los jueces juzgaban ateniéndose a los testimonios, las pruebas y los hechos contrastados. No sabía que tuvieran un máster en comunicación no verbal. Esto me ha permitido comprobar demasiado a menudo que hay sentencias que tienen más que ver con la “impresión” que le causa el testigo al juez que con los hechos contrastados. Es decir, un cínico tiene más posibilidades de salir ileso que una persona nerviosa o inestable anímicamente.
La segunda es relativa a los “eximentes”. Tenemos el ejemplo del desfalco del sujeto que se gastó 50.000 euros de los fondos públicos en prostíbulos. Y ahora resulta que su adicción a la cocaína puede ser un eximente a su delito. Es decir, si ud., comete un delito por cualquier motivo, y se toma a conciencia una botella de whisky o se calza una papela de lo que sea, tiene la ocasión de reducir su pena. Incluso he leído en un blog que se suscitaba un debate por ver si se consideraba eximente el “trastorno explosivo intermitente”. Ejem… menudo coladero eufemístico… Es decir, llegamos a la conclusión de que nuestro sistema judicial puede tratar mejor a un borracho, un drogadicto o un loco que a una persona sin dichos antecedentes.
En el fondo de todo esto no puedo ver cierto tinte ideológico relacionado con la religión. Es como si el sistema priorizara la “redención del sujeto” antes que la convivencia social.
En fin, a priori, y sin desdeñar que cada caso es un mundo y que habrá que tener en cuenta los factores implicados, no acabo de entender lo que sucede. Y más después de ver la compungida declaración del sujeto al que aludía al principio. Lo siento, no me creo nada.
¿Por qué sonríes?
Porque imagino que en el fondo de mis ojos ves un mar.
Mar de fondo.
Entre tu mirada y la mía,
en su mismo centro,
emerge un ramo de flores.
Dibujas tímidamente en tus labios
una sonrisa y pierdes tus ojos en el aire de esta tarde.
La mano no cesa,
aprisionando en su río de tinta
el enigma de un instante que se escapa,
siempre a la fuga.
Un beso, también fútil,
sella este amor de versos de primavera.
Llenas tu boca de chocolate
y me animas a que baile para ti
mientras tratas vanamente de atrapar
los hilos que tejen mi pensamiento;
pero es en estas líneas,
en su mera superficie,
donde se despliega el deseo
que encuentro entre tu voz y mi fantasía.
Como arena húmeda al borde del mar
anegada por la espuma de una ola que se retira
lenta y difícilmente
se agarra y lucha por permanecer.
Esponja de agua salada
henchida de placer
arrasada por cien mareas
de las que no queda memoria alguna.
Sólo un recuerdo tenue del placer efímero
que a la vez lucha por permanecer.
Digamos que hay excesos de amor se juegan entre miradas
en indolentes mañanas de viernes.
Tintinean entre verdes o azules y lágrimas de sed.
Hay amores gandules y rojos con aroma de bodega
y suspiros de mirlo.
Hay amores ociosos y amores que se afligen de versos.
Hay amores de tormenta y amores de hierba fresca.
Hay amores que se escriben
para revelar vacíos
que se colman al instante
de brisas anónimas y un otoño ardiente.
Estrújame,
que estoy celosa del aire
que se cuela entre tu piel y la mía.
Muérdeme,
entrégame cada centímetro
de mi piel dormida.
Pinta mi cuerpo
con el néctar de la vida,
llénalo de flores y de poesía.
Sabe que dio el paso
Sobrepasó un límite
¡Qué absurdo!
También sabe que traza las líneas
Las mueve a su antojo
Ahora se encuentra con lo inmundo
Más tarde, de bruces con lo sublime.
¡Ah!
Soy incapaz de ofrecerte la quimera que dé aliento a tus noches si no tiendes la mano llena de estrellas para poblar mi cielo rojo.
Qué importancia tiene si tú yo tú Solo deseo construir la ficción efímera frágil de un instante Disfrazar el cementerio que nos aguarda tras el espejo Arrancar anhelos de estos cuerpos disolutos.
II
Y tus manos Con la ansiedad De las abejas Ante un ramo de flores Zzzzzzzz Silencio.
Quiero poder decir no Decirte que te vayas Quiero borrar la frontera Que marca mis contornos Me hacen finita y mortal Quiero comprometerme Y escapar Quiero buscarte Y esconderme Y digo Ni sí Ni no Ni todo lo contrario Juego a ser ama de casa Y me enredo en la polisemia de tu nombre