Los rituales tienen que ser nuestros. O logramos apoderarnos
de los rituales que nos rodean, o creamos los nuestros, o… estamos perdidos.
Nuestros rituales dan la trama poética, necesaria, para
vivir anclados a la vida. Conceden a un presente inasible que corre, una
dimensión histórica; otorgan la pervivencia. Hacen la vida más verdadera.
Una situación cualquiera puede adquirir la dimensión del
ritual por un giro, una decisión que implica un cambio. Un esto es
importante, ojalá no lo olvide nunca.
Y es esa decisión la que le da una dimensión particular. Más allá de la simple réplica de un baile que nos enlaza a los demás,
rindiendo tributo a la especie.
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